domingo, 21 de febrero de 2010


No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12:2.

Sería muy interesante que un joven buscara a una señorita y le dijese: “Te amo con toda mi mente” ¿No te parece? ¿Te diste cuenta de que el corazón siempre carga con la culpa por lo que sentimos y el cuerpo por lo que hacemos?

Lo que Pablo está queriendo decirnos en el versículo de hoy es que, para ser más semejantes a Jesús, tenemos que comenzar con la mente. “Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”, es el consejo del apóstol.

En realidad, los actos pecaminosos nacen en la mente, se transforman en sentimientos y acaban plasmándose en acciones. Por eso, en la hora de la conversión, Dios promete darnos “la mente de Cristo”

Si queremos ser felices en la vida cristiana necesitamos un cambio de mente; es decir, de naturaleza, de corazón. El ser humano con mente enemiga o naturaleza pecaminosa, o corazón de carne, sólo amará las cosas de este mundo, la basura de la vida, y vivirá buscando los placeres de la Tierra. Pero el cristiano que un día encontró a Jesús en su vida y lo aceptó como su Salvador, ya no puede conformarse a este siglo. En el momento que acepta a Jesús, el Salvador crea en él la naturaleza divina. Entonces el hombre pasa a tener la mente de Cristo, y a medida que vive en comunión con la fuente de justicia, su mente se va transformando y aparecen nuevos pensamientos que inspiran sentimientos nobles y terminan traduciéndose en buenas obras.

¿Cómo puede alguien, que no experimentó la conversión y no vive una vida diaria de comunión con Cristo, saber cuál es “la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios”, Es imposible. Tan imposible como enseñar a un lobo a comer hierba.

Los padres queremos que nuestros hijos tengan la mente de Cristo, no simplemente que se porten bien. Y lo mismo pasa con los líderes de la iglesia. Quieren que la iglesia viva una vida de permanente comunión con Cristo.

Tenemos que comenzar por la transformación o renovación de nuestro entendimiento. Comenzar en el lugar equivocado puede ser fatal, porque “tratando de diseñar un picaflor podemos producir un murciélago”, dijo en cierta ocasión un pastor.

Antes de salir hoy para las actividades del día, propón en tu corazón que a la tarde estarás más cerca de Jesús. Haz de este día un día de comunión con él. Deléitate en pensar en él, concentra tus pensamientos en él, relaciona todo con él, todo lo que tengas que hacer. Conserva un cántico en el corazón, sé feliz y victorioso en Jesús, y deléitate en conocer cuál sea su buena voluntad, agradable y perfecta.

Dios te bendiga

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